¿Hasta cuándo la masturbación pública en Cuba?, se pregunta un semanario de Cuba.
¿Hasta cuándo la masturbación pública en Cuba?, se pregunta un semanario de la provincia de Cienfuegos, Cuba, (5septiembre online) este 7 de febrero, el reportaje aflora la agresión contra mujeres y niños de exhibicionistas y masturbadores en la vía pública, quienes durante años han pululado gracias al bajo enfrentamiento de las autoridades, según relata un periodista de ese medio de comunicación de Cuba
Durante décadas el estado cubano ha mantenido en silencio noticioso esa conducta que empaña la moral del estado socialista y ha tenido oídos sordos a las quejas de sus ciudadanos ante el acoso de los «pajeros», quienes muchas veces actúan en lugares de tránsito cotidiano como centros de salud, colegios, playas y parques públicos.
En Cuba, con el paso del tiempo, es habitual que cuando una persona denuncia la agresión de un “masturbador”, con suerte, reciba la explicación de las autoridades “con ese, podemos hacer poco porque es un enfermos mentales” respuesta que favorece la impunidad que hoy tienen los “masturbadores publicos”.
Se ha dado el caso, que los transeúntes asisten a la víctima y encaren al “masturbador”. Pues cuidado, es habitual que este reaccione de manera violenta y agrede a los defensores con un cuchillo, otras veces utiliza un machete o generalmente un objeto contundente.
Roberto Alfonso Lara, periodista del 5septiembre, relató los hechos y anunció la baja cuantía con que la ley de Cuba sanciona el acto lesivo y de violación de la integridad personal en la vía pública.
No se le debe exigir más a la acción personal del reportero contra la decadencia moral que sufre la sociedad cubana, él, no tiene fuerza, ni poder para hacer que las autoridades hagan más para evitarlo. Desgraciadamente, su intento, solo toca a la puerta del asunto, eso sí, vale para aflorar que hormiguean, de manera impune, los exhibicionistas y masturbadores por las calles cubanas contra niñas, mujeres y ancianas, actos sin dar a conocer hasta hoy por la prensa cubana, sin que se conozcan hasta el momento cifras de estadísticas de tribunales, número de denuncias a la policía, o su discusión en las asambleas de rendiciones de cuentas del Gobierno.
De momento, atentos a la respuesta del gobierno local, ¿castigará al reportero? o ¿reconocerá que existe el problema?
El reportaje de Alfonso Lara dice:
Elena tiene suerte pa’ eso. De regreso a la casa o camino al trabajo, sus ojos parecen “antojados” en tropezar con la misma escena. Sobre el banco de un parque, detrás del poste, escondido en cualquier arbusto o en alguna vieja construcción, encuentra al hombre que se masturba, le mira, y abandona la guarida para tentarla.
Ella sufre la “dicha” de una sociedad donde los acosadores asaltan los espacios públicos, decididos a resolver, abiertamente, cuanto no logran en el plano personal o en la intimidad con su pareja. Ha tocado a las puertas varias veces y presume que nunca la escuchan. Nadie le responde cuando alega sentirse violada, todos los días, en la calle.
Son las mujeres el principal blanco de esta agresión sexual si consideramos la intención habitual del acto o el fundamento cultural de trasfondo: el machismo. Al mostrar sus genitales y practicar en lugares públicos la masturbación, los hombres ejercen, de hecho, un poder contra las féminas. Pero, ¿solo se trata de un problema de género?
Tampoco tienen elección, amén del sexo, quienes chocan contra los adictos a exhibir el tamaño del pene y excitarse a plena luz del día. Cuando la persona asume ante la conducta del acosador una actitud de sorpresa, pánico o simple rechazo —al punto de desviar casi siempre el rumbo—, es porque siente invadido su derecho y, como tal, violentado.
Aunque las mujeres resultan las más afectadas, el problema concierne a toda la ciudadanía y debiéramos afrontarlo desde ese enfoque. Está en discusión un asunto de seguridad: ¿quién puede sentirse protegido, seguro, con la presencia de acosadores sexuales en los espacios que compartimos?
Si antes fue el cine el sitio predilecto, hoy no pierden el tiempo en distinciones. Elena los halla en cualquier parte y los ve arrimarse hacia ella, perseguirla, con el miembro entre manos, conscientes del susto que le provocan. Tiene miedo y ha venido a verme desesperada. No sabe qué calle tomar para llegar a casa en las noches.
Pocas personas denuncian el delito a la Policía, es cierto; pero ¿qué consiguen de hacerlo? ¿Sancionan con fuerza las leyes cubanas estos casos de vejación sexual?
El Decreto Ley 141, sobre las contravenciones al orden interior, establece multa de 40 pesos al que “ofenda el pudor o las buenas costumbres con exhibiciones impúdicas”. Ninguna otra especificidad existe al respecto, ni siquiera para definir el límite o alcance de lo impúdico. Y de la multa, bueno… es casi como pagar una patente para masturbarse en la calle.
Sin medidas rigurosas contra quienes faltan a la convivencia colectiva, al extremo de acosar sexualmente a las mujeres e irrespetar una elemental norma de civismo, los esfuerzos por eliminar el fenómeno correrán la misma “suerte” de Elena cuando, luego de tocar muchas puertas, ella percibe que a nadie le importa su temor.
La masturbación constituye, sí, una forma legítima de experimentar la sexualidad, pero visualizarla en lugares comunes supone un perjuicio a la propia condición humana. Ni las instituciones ni la sociedad en su conjunto debieran actuar indiferente ante este tipo de violencia.
Cuentan que en 1881 Cuba registró la primera denuncia sobre masturbadores en espacios públicos del país. Es penoso decirlo: ¿hasta cuándo tendrá que esperar Elena?
RD/MA,07-02-2017,Madrid.