El Viejo Lázaro que nos distingue como cubanos

La Iglesia católica trajo a Cuba la imagen de San Lázaro de Betania, resucitado por Jesús y quien presumiblemente llegó a ser obispo, al que se le ve en los templos cristianos.

La Biblia cuenta la historia de otro Lázaro, un mendigo leproso, con muletas, acompañado por perros, hambriento y que al morir fue al cielo. Con andaluces y canarios llegó a Cuba su imagen y el término «Lazareto» -popular en España, Francia e Italia-, que aludía a los sanatorios de leprosos.
Pero, los esclavos africanos aportaron a Babalú Ayé, un rey yoruba castigado con enfermedades de la piel por su vida libertina, que devino orisha al cumplir penitencia y dedicarse a hacer el bien. Muchos cuentan de sus milagros curativos.

«Este San Lázaro (cubano), esta devoción tan popular, tan querida que tenemos en Cuba, diría que es una síntesis muy interesante de (esas) tres figuras», explicó a la AFP el especialista Armando González, del Museo de Guanabacoa -con tradiciones afrocubanas-, profesor del instituto católico Padre Félix Varela.
«Producto de esa síntesis se ha creado esta figura tan característica de la religiosidad popular cubana, a la cual le llamamos el Viejo Lázaro», dijo.

Tomó del obispo su color morado y el día de su festividad, 17 de diciembre. Del mendigo leproso, su imagen desvalida. De Babalú Ayé sus poderes curativos y la severidad al castigar «con embolias y gangrenas» a los incumplidores de promesas.

«El cubano es interconfesional, tiene una religiosidad muy utilitaria (…), practica una forma de religiosidad que de alguna forma se desmarca de las instituciones religiosas tradicionales», afirmó González.

Pero, pocas veces los cubanos nos detenemos en esa característica portadora de paz que es ser interconfesional, como propugnan las Naciones Unidas. La Asamblea General de la ONU proclamó la «Semana Mundial de la Armonía Interconfesional entre todas las religiones, confesiones y creencias» en la resolución 65/5 aprobada el 20 de octubre de 2010. En la resolución, se afirma que la comprensión mutua y el diálogo entre religiones constituyen dimensiones importantes de la cultura de paz.

Al fin y al cabo, el Viejo Lázaro convive con los cubanos sin importar la religión que se profese o que se diga no profesar ninguna. Muchos no son católicos pero creen en San Lázaro. Junto a la venerada Virgen de la Caridad del Cobre, San Lázaro o Babalú Ayé anda en nuestras alegrías o penurias.
Como curiosidad que confirma esa convivencia, la iglesia de San Lázaro es católica, pero no todo los que la visitan profesan dicha religión.

Por miles se cuentan los peregrinos de todo tipo de personas de todas las creencias y religiones, que le rinden honor a nuestro Babalú Ayé. Llegan hasta El Rincón, en La Habana donde se ubica el Santuario Nacional de San Lázaro, que es una pequeña ermita, situada a 4 Km al oeste de Santiago de las Vegas, poblado de la periferia al sur de Ciudad de La Habana en Cuba.

En su parte posterior hay un moderno hospital que trata enfermedades de la piel, herencia del antiguo Real Hospital de San Lázaro o Leprosorio de San Lázaro. Posee al lado una fuente bendecida por la deidad. Su agua es llevada por los creyentes como un tesoro inapreciable. Es un lugar hermoso, limpio y muy bien conservado.En el interior de la iglesia existen varios altares o capillas con imágenes de los santos más venerados por los cubanos, como la Caridad del Cobre, la Inmaculada, la Virgen de Regla, Santa Bárbara y otros.

En la capilla de la izquierda, en la parte central de la iglesia, se halla el San Lázaro Milagroso.
Los cubanos acuden a la iglesia a pedirle a San Lázaro por la curación de enfermedades, solución de problemas legales y por todo tipo de males, con la fe de que él les ayudará.

El culto a Babalú Ayé o el San Lázaro de las muletas y los perros, fue prohibido en el año 1919, lo que arraigo aún más la tradición y la hizo transmitirse por generaciones.

Hoy sigue totalmente vigente y el Santuario del Rincón es visitado todo el año por todo tipo de personas de todas las creencias y religiones, que le rinden honor a San Lázaro o a Babalú Ayé. Pero, sin importar el lugar del mundo donde pongas tus pies, en lo más profundo del espíritu del cubano es acompañado por el Viejo Lázaro.
Él es generoso y caritativo. Los mejores compatriotas se parecen a él.

No hay ciencia que explique el por qué se compra un tabaquito para El Viejo Lázaro, se le pone en un altar y se le ruega a él. O la confianza que inspira un collar rojo y negro. Tampoco el impulso de cumplirle una promesa hecha en circunstancias especiales.

Si te acompaña El Viejo Lázaro, no importa dónde ni cómo, resulta que estarás bien. No hace falta que nadie nos entienda fuera de la sagrada tierra de la patria que nos ha visto nacer, porque él nos distingue como cubanos a todos por igual.